Quercus robur L.
Árbol de gran desarrollo que, cuando dispone de nutrientes suficientes, espacio y humedad, puede llegar a ser gigantesco y alcanzar una elevada edad. Sus hojas son de color verde oscuro, coriáceas, con un limbo lobulado que cubre hasta la base del pecíolo. Las flores estaminíferas tienen forma de amentos colgantes, mientras que las femeninas están soportadas por largos pedúnculos axilares. El roble albar se cría bien en suelos ricos y profundos, especialmente en zonas llanas. Desde siempre, los robles han sido apreciados y cultivados como símbolos de fuerza y belleza.
La recolección de la corteza se realiza a mano, desprendiéndola del tronco de los árboles jóvenes y de sus ramas en primavera, cuando la corteza está lisa, brillante, rica en savia y se separa fácilmente de la madera. Se pone a secar al sol o en fardos en una corriente de aire, y luego en secadero, sin superar los 50°C. La corteza contiene entre un 7 y un 20% de tanino, ácido pirogálico y catequinas, lo que la convierte en un poderoso astringente, utilizado para tratar fuertes diarreas y catarros gastrointestinales. Se toma en forma de decocción, que se prepara con una cucharadita de corteza machacada por una taza de agua, y se consume dos o tres veces al día.
La corteza de roble también se emplea en aplicaciones externas en forma de baños para tratar sabañones, quemaduras, hemorroides y enfermedades de la piel, incluida la micosis. Sus sustancias activas son desinfectantes y vulnerarias. Además, una decocción de 500 gramos de corteza por cuatro litros de agua es útil para reducir la excesiva transpiración de los pies. Otra especie, Q. petraea, proporciona una corteza de idéntica calidad y permite las mismas aplicaciones.
Época de floración: V
Cosecha: corteza III-IV