El primer musulmán en aprovecharse de esas traducciones médicas fue Abu Bakr Muhammad ibn Zakariya al Razi, más conocido bajo el nombre de Rhazés (865-925), que era del norte de Persia. Razi fue durante algún tiempo médico y profesor en el hospital de Bagdad. Tenía fama de destacado clínico, de primera categoría en sus diagnósticos, así como de terapeuta casi infalible.
Nos dejó numerosos escritos relativos a los medicamentos, entre los que destaca sobre todos el Kitab al Mansuri (o liber medicinalis ad Almansorem), así como otros 24 tomos de textos médicos que incluyen numerosas fórmulas médicas. Contra el cólico, por ejemplo, cita una fórmula que contiene pepitas de membrillo, alholva, manzanilla y otros ingredientes.
El más célebre médico árabe fue Avicena (Abu Ali Ibn Sina, 980-1037). Avicena, de un talento excepcional, se dedicó al estudio de todas las ciencias: lógica, geometría, metafísica, filosofía, medicina, astronomía y todas las demás ciencias por entonces conocidas, así como a la búsqueda de traducciones de autores más antiguos. A los diecisiete años sus dotes médicas le hacían célebre en Bujara, en el actual Tajikistán soviético, y su fama se extendió hasta Bagdad.
En siete años de estancia en Ispahán (Irán) concluyó su Canon de la Medicina, en lengua árabe (1014-1021). Este aparato de destilación con refrigeración por agua (el alambique de los alquimistas medievales) ya era conocido por los árabes, que lo empleaban con diversos fines preparación de alcoholes, de esencias volátiles, de aceites, etc.
En el segundo libro del Canon, dedicado a la farmacología y a la enseñanza de las plantas medicinales, describió los remedios más eficaces de su época. Se refirió a 811 productos vegetales y minerales, al mismo tiempo que explicaba sus efectos sobre el organismo humano. No todas las plantas medicinales mencionadas por Avicena han podido ser identificadas; muchas de ellas tienen un origen indio, tibetano, chino u oriental.
Junto con las plantas medicinales, Avicena empleaba también el mercurio. Conocía el alcanfor, el ruibarbo, las hojas de sena, el espliego y la manzanilla. Introdujo la cura con glucosa por medio de frutos de gran contenido en azúcar, y utilizó un gran número de medicamentos compuestos, así como una multitud de apósitos, compresas, lavativas, ampollas, masajes y diversos métodos terapéuticos, incluida la curación de miembros fracturados.
Durante siglos Avicena fue llamado «príncipe de los médicos». Antes de su muerte repartió todos sus bienes y liberó a sus esclavos. Avicena permanece aún hoy como representante de una medicina «de vanguardia», y puede seguir siendo citado como ejemplo a las personas cultas de todo el mundo.