La filosofía de la antigua India reconocía en la naturaleza un flujo evolutivo continuo y creía, que ella podía someterse a las fuerzas ocultas por medio de fórmulas mágicas. Las más antiguas colecciones religiosas conservan formularios de ese estilo. Así, el Rigveda (2° milenio a.C.) contiene este gran elogio de las plantas medicinales:
«Plantas medicinales, nacidas hace largo tiempo, tres edades antes de los dioses, ¡Quiero conocer vuestros ciento siete principios activos! Tales son las madres, vuestros principios, de millares de ramas. ¡Vamos ya, sabios, curadme a este paciente!»
El objetivo principal de la medicina de la antigua India era prolongar la vida humana, y una de las partes más importantes de la ciencia médica consistía en el conocimiento de los productos medicinales (upaj). Los remedios eran fundamentalmente de origen vegetal, y el cultivo de las plantas medicinales estaba reglamentado y organizado por medio de las ordenanzas del rey budista Asoka (siglo III a.C.).
El suelo de la India proporciona un número incalculable de plantas medicinales, constituyendo hasta nuestros días un almacén para las mismas, muchas de las cuales siguen aún esperando su identificación. Por otra parte, la India es también una reserva de especias y de drogas para el mundo entero.
He aquí lo que dicen los textos de la antigua India sobre las plantas medicinales:
«Sólo serán recolectadas por un hombre puro y religioso, que antes habrá ayunado como es debido. Las plantas frescas producen los mayores efectos. Sólo se las recogerá en los lugares de difícil acceso para el hombre, en suelo fértil, con una favorable evacuación para las aguas, donde no haya ni templos ni lugares sagrados, ni tampoco cementerios. La propia planta deberá estar bien enraizada, alimentada de agua; según la hora lo mismo estará expuesta al sol que protegida por la sombra y orientada al norte».
Los remedios basados en las plantas podían ser de dos tipos. Unos eran purgativos o vomitivos, o provocaban una secreción nasal (constipado); los otros eran calmantes. De esta forma, en los casos de fiebre, se prescribía la bebida de una cocción láctea de harina de semillas de cebada aún no maduras, o se ponía mantequilla a fundir. Contra la tos se recomendaba la melaza cortada con un poco de agua, a la que se añadía miel y pimienta.
Los remedios tomados por vía bucal se ingerían con mantequilla clarificada, miel o aceite de sésamo. Otros se tomaban en forma de píldoras o en polvo, al que se añadía azúcar. Se sabía también introducir el remedio en el cuerpo por medio de un tubo o de un insuflador. El bhang, un estupefaciente a base de cáñamo, resultaba conocido para los antiguos arios. El manual de medicina de Vagbhata ya presenta una especie de narcótico, y el llamado manuscrito de Bower incluye un cántico sobre los efectos medicinales del ajo.
Las drogas indias se han hecho célebres en toda Asia y figuran en los formularios de medicina de los países occidentales. Europa debe a la India un gran número de especias y de productos irremplazables para la medicina: alcaravea, pimienta, cardamomo, jengibre, clavo, nuez moscada y macis, madera de sándalo, resina de benjuí, cáñamo (hachís), aceite de ricino, aceite de sésamo, aloe, raíz de galanga, caña de azúcar, etc.
La pimienta negra (Piper nigrum) es oriunda de la India. Fue traída a Europa por los portugueses, que la vendían a precio de oro. En nuestros días, el consumo mundial anual supera las 35,000 toneladas.