Salvia officinalis L.
Semiarbolito de tallo ramificado, profusamente cubierto de hojas perennes, opuestas, ovales, rugosas y de color verde glauco. Sus flores, de color violeta, rojo violáceo o blanco, se agrupan en espigas terminales. Sus frutos son tetraquenios (ver figura, abajo). Se trata de una especie originaria de las regiones mediterráneas, en las que sus aplicaciones son conocidas desde la antigüedad. Actualmente es cultivada en gran escala en numerosos países.
Para usos medicinales se recolectan las hojas (folium salviae), que se retiran de la planta junto con los más jóvenes retoños. Después se ponen a secar a la sombra y al aire, o bien en secadero a 35° C como máximo. La cosecha puede hacerse dos veces al año. Las hojas secas deben conservarse en sobres cerrados. Contienen hasta un 2,5% de aceite esencial (oleum salviae), en el que hay tuyona, borneol, cineol y alcanfor, diterpenos, jugos amargos y taninos.
La salvia se emplea contra las afecciones gástricas e intestinales, en las que reduce sus procesos inflamatorios; es eficaz contra la diarrea, la timpanitis y la excesiva transpiración nocturna. Se prepara una infusión a razón de 1,5 g de hojas por cada taza de agua hirviendo, y se mantiene en infusión durante 8 minutos. Este preparado es eficaz en caso de inflamación de las vías respiratorias superiores, contra la tos y en el tratamiento de la tuberculosis. Reduce la secreción láctea. La esencia de salvia ejerce también un efecto espasmolítico.
En aplicación externa se emplean las hojas de salvia en forma de gargarismos contra las inflamaciones de la cavidad bucal, las anginas, los dolores de muelas y la parodontitis. También se incorpora la salvia, como desinfectante, a las cataplasmas y baños aplicados contra las enfermedades de la piel de origen micótico.
Época de floración: VI-VII
Cosecha: hojas V-VII