Los médicos antiguos preparaban personalmente sus medicamentos, sirviéndose para ello de las sustancias que les suministraban los herboristas (rizotomas) y los mercaderes (farmacopolas). Algunos de éstos no eran nada más que auténticos sinvergüenzas, que preparaban todo tipo de pociones mágicas, productos de belleza, filtros de amor y venenos. Los demás, por el contrario, los más numerosos, se dedicaban honradamente a las plantas medicinales, dejando a la posteridad croquis, esquemas, descripciones de plantas e indicaciones sobre sus efectos.
Hipócrates fue llamado desde la Edad Media el Padre de la medicina. Nació en la isla de Cos, en el mar Egeo, el año 460 a.C., y murió en el 377 a.C. en Larisa (Tesalia). Hipócrates formaba parte del grupo de los «médicos que hacían remontar sus orígenes hasta el dios fundador de la medicina, que normalmente era representado en la escultura griega por una caña rodeada por una serpiente, y que luego se convertiría en el Esculapio de los romanos.
El futuro médico de la antigua Grecia pasó por un periodo inicial de aprendizaje. Todavía en nuestros días Hipócrates sigue siendo el símbolo de la medicina griega y de las cualidades y principios morales inherentes a los médicos: discernimiento, abnegación, desvelo, etc. Las reglas de Hipócrates, la ética médica, continúan en vigor en nuestros días, a pesar de los dos milenios y medio que nos separan del célebre médico; y aún hoy día los futuros médicos siguen pronunciando el juramento hipocrático.
La recopilación de sus escritos, destinada a la célebre biblioteca de Alejandría, lleva su nombre. El padre de la medicina era un hombre excepcionalmente íntegro, y se daba claramente cuenta de hasta qué punto resultaba difícil, en las condiciones en las que los médicos ejercían entonces su profesión, discernir las causas (la etiología) de una enfermedad y eliminar sus consecuencias. Su punto de vista era esencialmente filosófico, y veía la medicina más como un arte que como una ciencia.
Se entiende pues, sin ninguna dificultad, que llegase a la convicción de que: «la vida es corta, el camino del arte largo, el instante fugaz, la experiencia engañosa y el discernimiento problemático». Según Hipócrates, las funciones fisiológicas dependen del equilibrio entre los cuatro principios elementales: la tierra, el agua, el fuego y el aire. Estos cuatro elementos están representados en nuestro organismo por los humores: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. Cuando son producidos de forma armoniosa, el hombre conserva su salud; cuando varían sus proporciones o se altera su temperatura, cae enfermo. Esta teoría de los humores corporales tuvo una gran importancia en la posterior evolución de la medicina, permaneciendo en vigor durante largo tiempo.
Los escritos de Hipócrates también mencionan toda una serie de plantas y drogas medicinales, entre las que se encuentran numerosos narcóticos: opio, belladona, beleño y mandrágora, entre otros. Fue también en la época de Hipócrates cuando apareció la teoría de la relación entre la forma de las plantas y la enfermedad cuya curación se les atribuía (teoría de las señales). Es la propia naturaleza la que nos enseña (natura signa) el poder medicinal de los vegetales. Así, los rizomas amarillos del ruibarbo se empleaban contra la ictericia; las hojas de la hepática contra las enfermedades del hígado; la pulmonaria contra las del pulmón; las flores y frutos rojos del granado contra las hemorragias, etc. Esta teoría se mantuvo en vigor hasta la Edad Media.
Los médicos griegos se hicieron famosos y adquirieron renombre por sus éxitos en todos los países de la cuenca mediterránea, especialmente en Roma, en donde muchos de ellos hicieron una brillante carrera. Claudio Galeno nació en Pérgamo, Asia Menor, vivió hacia los años 201-130 antes de nuestra era, y empezó su actividad como médico en una escuela de gladiadores, tras lo que se convirtió en el médico personal de Marco Aurelio. Se inspiró en la experiencia y en la obra de Hipócrates, sin descuidar su propio conocimiento personal adquirido en el transcurso de sus viajes, y cuyos resultados recogió en 11 escritos. Sus sucesores y los compiladores de la baja antigüedad y de la época bizantina se inspiraron ampliamente en su obra.
Galeno conocía un fantástico número de plantas medicinales, a partir de las cuales preparaba sus remedios. Dividió en grupos las drogas de origen vegetal, y fue el fundador de una particular rama de la medicina, la galénica, que es la ciencia de las materias medicinales y de sus preparados. Las formas activas de los medicamentos (galénicos) recuerdan aún hoy día su nombre.
Pedanio Dioscorides, otro médico griego, también era médico militar, aunque éste en el ejército de Nerón. Recogió plantas medicinales en numerosos países de la cuenca mediterránea. Fue alrededor del año 78 de nuestra era cuando reunió, en los cinco tomos de su Materia medica, todas las informaciones que él había acumulado en relación con las plantas medicinales y su utilización.
Más tarde, los árabes recuperaron todas esas obras de los médicos antiguos para utilizarlas como base de su enseñanza médica; ello fue posible gracias a las antiguas traducciones sirias y persas, así como a la célebre biblioteca de Alejandría.